
La llegada del SARS-CoV-2 a Costa Rica, el 6 de marzo del 2020, no solo inauguró una emergencia sanitaria sin precedentes: abrió también una crisis comunicativa marcada por la incertidumbre, el miedo y la circulación acelerada de información errónea.
Mientras el Ministerio de Salud ajustaba lineamientos al ritmo de los nuevos hallazgos científicos, las redes sociales se convirtieron en un terreno fértil tanto para la búsqueda de respuestas como para la proliferación de mitos. En ese contexto, dos voces científicas destacaron por asumir un rol que no habían buscado, pero que terminó siendo fundamental: el de divulgadores digitales improvisados.
La viróloga Dra. Eugenia Corrales-Aguilar y el investigador Dr. Christian Marín-Müller emergieron como referentes públicos que, desde sus perfiles personales en redes sociales, intentaron reducir la desinformación y explicar, en lenguaje accesible, un fenómeno científico en evolución constante. Su labor, documentada como estudio de caso en el marco de la Red Evaprop del Programa CYTED, permite comprender cómo la comunicación de la ciencia se volvió un recurso de contención social durante la pandemia.
El punto de partida: incertidumbre, desinformación y un rol inesperado
Al inicio de la pandemia, la avalancha de información ?científica y falsa? creó un escenario donde miles buscaban explicaciones sencillas a un problema complejo. Los equipos oficiales de redes del Ministerio de Salud no lograban responder todas las dudas, y muchos usuarios terminaban debatiendo entre sí, sin filtros ni verificación.
En palabras de la Dra. Corrales-Aguilar, aquello fue un ?tsunami de información científica y tsunami de desinformación?.
Fue justamente en este vacío donde empezaron a surgir voces externas a la institucionalidad. Ambos científicos comenzaron respondiendo dudas por WhatsApp o en sus redes personales. Cuando las preguntas se multiplicaron, entendieron que debían trasladar sus explicaciones al espacio público digital.
En el caso de la Dra. Corrales, el interés nació casi por accidente: si varias personas cercanas le consultaban lo mismo, publicaba una aclaración en Facebook para alcanzar a más gente. Pero la dinámica creció tan rápido que su perfil personal colapsó, al punto de sufrir bloqueos por la cantidad de mensajes recibidos. Esa saturación la llevó a crear un fan-page profesional exclusivamente dedicado a divulgación.
El Dr. Marín-Müller, por su parte, ya tenía presencia previa en redes, pero fue durante la emergencia cuando adoptó un ritmo sostenido de publicaciones y comenzó a dialogar directamente con usuarios que buscaban orientación o refutaciones a cadenas falsas.
Estrategias y contenidos: cómo se explicó la pandemia desde Costa Rica
Ambos científicos desarrollaron tácticas intuitivas pero efectivas para comunicar un fenómeno científico en evolución. Tanto Corrales como Marín, respondían dudas sobre transmisión, variantes, síntomas y prevención. Estas publicaciones, generalmente extensas, recurrían a enlaces, aclaraciones y explicaciones traducidas ?al lenguaje cotidiano?.
El tema estrella fue las vacunas. En el caso de la Dra. Corrales-Aguilar, más del 50% de su contenido analizado se dedicó a vacunas. Explicó cómo se desarrollaron tan rápido, qué significaban conceptos como ?eficacia? o ?efectividad?, y combatió ideas antivacunas en auge. Su perfil, según sus propias palabras, ?se volvió un perfil vacunal?.
El Dr. Marín-Müller también produjo gran cantidad de contenido sobre vacunación, apoyándose en gráficos, explicaciones paso a paso y llamados a confiar en la evidencia científica.

El biólogo molecular Christian Marín, influencer de ciencia
(Fuente fotografía: Semanario Universidad)
En menor medida, ambos compartieron información sobre esfuerzos científicos del país: pruebas diagnósticas desarrolladas en Costa Rica, suero equino terapéutico, vigilancia en aguas residuales, o iniciativas de innovación como las impulsadas por Speratum.
Una característica común fue la escritura en primera persona. Esto generó una relación afectiva con la audiencia, reforzada por llamados a la acción ("cuidémonos", "sigamos las recomendaciones") e incluso por publicaciones personales, como la foto de los padres del Dr. Marín para incentivar la vacunación.
Los desafíos invisibles de divulgar ciencia en medio de una crisis
El costo personal fue elevado. La Dra. Corrales-Aguilar enfrentó misoginia, dudas sobre su credibilidad por ser mujer joven y hasta ataques directos. Por eso incorporó sus títulos académicos en el nombre de su página, para contrarrestar la deslegitimación.
Ambos científicos recibieron mensajes cargados de dolor: usuarios que les contaban sobre familiares, enfermos o fallecidos. Esto generó un desgaste emocional considerable, pues no solo divulgaban, sino que lidiaban con el trauma colectivo.
Twitter funcionó como un radar anticipado; la Dra. Corrales detectaba tendencias falsas en Europa o Estados Unidos y sabía que llegarían a Costa Rica en pocos días.
El Dr. Marín enfrentó campañas de desacreditación e incluso rumores falsos sobre supuestos fondos recibidos del gobierno. En ambos casos, cada aclaración exigía tiempo y energía.
La pandemia evidenció que la mayoría de periodistas no tenía formación en ciencia o salud. Los medios buscaron fuentes expertas, pero muchas entrevistas se basaron en marcos imprecisos, preguntas poco informadas o titulares sensacionalistas. La Dra. Corrales relató incluso haber tenido que explicar conceptos básicos a equipos periodísticos antes de salir al aire.
El resultado fue una relación ambivalente: la ciencia necesitaba mediación periodística, pero esa mediación no siempre fue rigurosa.
Lecciones para futuras crisis sanitarias
El análisis de estos casos muestra que la divulgación científica digital es una herramienta fundamental en emergencias, pero requiere apoyo, capacitación y contención. Algunas conclusiones clave:
Un legado de ciencia en tiempos de crisis
Aunque ninguno de los dos científicos buscó convertirse en figura pública, sus perfiles se transformaron en verdaderas ?ventanas de evidencia? para miles de costarricenses. En un contexto donde el miedo y la duda dominaban, su capacidad de explicar, traducir y contextualizar información científica fue un aporte decisivo para disminuir la incertidumbre.
La experiencia de la Dra. Corrales-Aguilar y del Dr. Marín-Müller muestra que la comunicación de la ciencia no es solo un complemento técnico del trabajo científico: es una herramienta social poderosa, capaz de salvar vidas cuando se usa con responsabilidad, empatía y rigor.
Artículo elaborado por el periodista Santiago Mora Rivas | santiago.morarivas@ucr.ac.cr