Según datos de la International Energy Agency, la biomasa es la principal fuente energética para 2,400 millones de personas y suple cerca del 40% de la demanda energética de los países en desarrollo. En ese sentido, un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el año 2007, indicó que cada año se queman en el mundo cerca de 9,200 millones de toneladas de biomasa. En Iberoamérica, las prácticas tradicionales a menudo causan una serie de efectos negativos sobre el medio ambiente, tales como: combustión directa, descomposición y vertimiento de efluentes, contaminando recursos valiosos como el aire, el suelo y el agua. Asimismo, genera deforestación, mayor riesgo de incendios forestales, y degradación de los suelos, entre otros. En este documento, se analizan los impactos ambientales negativos asociados a una gestión no correcta de la biomasa en la Región Iberoamericana, o a su falta de gestión; impactos que podrían ser evitados si esa biomasa se convietiera en biogás y, posteriormente, en biometano. El uso de ese biometano como sustituto de combustibles fósiles contribuiría, aún más, al ahorro de impactos ambientales negativos.